El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quererme, como al descuido en el café o en la sopa o en el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia, tampoco el diente de ajo sirve para nada.
El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados infalibles brebajes con garantía y todo
Eduardo Galeano~El libro de los abrazos