Estaba boca abajo, agachada sobre manos y rodillas, como un perro, apretando los muslos y temblando. Leo se acercó a ella y le dijo que se apoyara en los codos. Cuando ella empezó a estirare, él le levantó el trasero y le apartó las rodillas para que nada pudiera impedirle penetrarla con facilidad.../...
.../... Sintió que una mano le abría los bordes y que la punta del poderoso aparato rozaba el blanco. Estaba inmóvil, pero contraía involuntariamente los músculos de la entrada posterior. Cuando el príncipe empezó a empujar, no pudo entrar. Trató en vano de lograrlo, mientras Grushenka no hacía más que gritar y gemir de dolor. Aún cuando todavía no le dolía, adivinaba que muy pronto le dolería. Todas en la habitación se excitaron por aquella violación no acostumbrada, y las chicas que presenciaban aquello se encontraban en un estado de gran inquietud.../...
Una de las muchachas se levantó rápidamente y cogió del tocador un tarro de ungüento. El príncipe, mirando hacia abajo, pudo ver como la muchacha le untaba amorosamente el instrumento con el ungüento blanco; después vio como lo hacía con el orificio pequeño y contraído de la joven, alrededor y por fuera; luego, le introdujo cuidadosamente un dedo en el tubo, entrando y saliendo, y untándolo regularmente para suavizar el camino.
Grushenka , Tres veces mujer
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