La gente aspira a encontrar su otra mitad en su ciudad, en su barrio, y hasta en su calle; no sé cómo no la buscan en su cama. Y no es así: cerca nos tropezamos con los humildes premios de consolación.
Las medias naranjas verdaderas están lejos casi siempre y son costosas. Lo que hemos de pedir, además de encontrarlas, es que el hallazgo no se produzca demasiado tarde.
Es probable que del ombligo o del zapato bajo la cama, o quizá de la boca del tiburón o del accidente de tráfico en la avenida que deja sangre y recuerdos esparcidos sobre la hierba.
Viene del amor agriado bajo una luna de asfalto.
Viene de gritos sofocados con algodón.
Viene de manos sin brazos y brazos sin cuerpos y cuerpos sin corazón.
Viene de cañones y pistolas y viejos gramófonos.
Viene de parásitos con ojos azules y voces tenues.
Viene de debajo de un órgano igual que una cucaracha.
Viene una y otra vez.
Está dentro de latas de sardinas y cartas.
Está debajo de las uñas, donde te oprime mustia y aplastada.
Es la señal en la barricada manchada de marrón.
Es los soldaditos en el interior de tu cabeza a la carga con sus bayonetas de plomo.
Es el primer beso y el último beso y las entrañas del perro que se derraman como un río.
Viene de alguna parte y nunca deja de venir.
Yo, y esa vieja: la tristeza.
Despertó en la playa, complacida por la ausencia de su cola: dos largas y bronceadas piernas la sustituían.
Aún desnuda, corrió hacia el puerto para encontrar al marinero amado. Durante la búsqueda entró a la taberna y los hombres, incrédulos, se lanzaron sobre ella para manosearla.
Un joven de brazos fuertes, enamorado a primera vista, repartió golpes entre sus adversarios y se la llevó al hostal.
Meciéndose en la hamaca, ella le preguntó acerca de ese marinero por el que tanto rogó a Poseidón que la dotara de piernas.
El joven, mostrándole su cuchillo, confesó que aquél había muerto la noche anterior, que él mismo lo había matado en defensa del honor de su hermana más pequeña.
"Quédate conmigo -suplicó-, también soy hombre de mar: si quieres, mañana te compro unas aletas y un esnórquel para que me acompañes a sacar perlas. Verás qué hermoso es el océano".
Entonces ella soltó una salada gota de resignación, encendió su primer cigarro y se dirigió a la taberna.
El verdadero camino pasa por una cuerda que no está tensada en las alturas, sino apenas por arriba del suelo. Más pareciera estar destinada a hacernos tropezar que a ser recorrida .
Franz Kafka ( aforismos de Zürau)