El viento trajo las palabras
y solo las dejé flotar desde mis labios
como una última y moribunda exhalación
Sus ojos eran mil soles queriendo explotar
y volvían casi nada
todo lo que nos rodeaba
cuando aquel tibio ocaso de marzo nos cobijó.
El agua trajo la sed
y solo la dejé navegar por mi sangre
como un velero cansado en busca de la playa
antes de la meta
Su boca era una flor de la mañana
que se abría lentamente
esperando un nuevo Sol
como después de una larga y fría noche.
El fuego trajo la pasión
y solo la dejé encumbrarse por mi cuerpo
como vuelo de pájaro sobre la montaña más alta
Su cuerpo fue entonces mi única morada
y como un devoto peregrino
caminé con pasión
hasta el templo de su amor
Fueron inútiles todas las razones
la naturaleza y sus elementos
construyeron sin pensarlo nuestro amor.
Atravesamos todas las barreras de la noche
y el mundo afuera se congeló
Había ya otro cielo
que se abrió inmenso para los dos
Luna tras Luna descubrí sus secretos de amor
Luna tras Luna descubrí sus secretos de amor
e hicimos un ritual de cada nuevo encuentro
robándole al tiempo cada segundo que nos negó.
Un fuego sagrado nos consumía cada noche
y revivíamos entre las cenizas otra vez
acaparando el amor
que muchos jamás conocerán
Atrapado entre sus labios
susurré cada verso
que mi pasión escribió.
Nunca hubo dos noches
que pudieran contar la misma historia
aunque sí
las que nos encontraban juntos otra vez.
No sé decir por qué
pero cada inicio nos llevaba hacia el final
tal vez porque esa dicha no era para este mundo.
O quizá
simplemente
porque esto fue más
que el mismo Amor.
VIDEO
(Patricio Echeverría Dalgo)