Aquí, ante mí,
Yo, pecador, me confieso,
De ser así como soy.
Me confieso de lo bueno y lo malo
Que van al timón del barco
En esta deriva en que me voy.
Me confieso
Poseído
De virtudes teologales,
Que son tres,
Y de los pecados mortales,
Que son siete,
Cuando la tierra no repite,
Que son más.
Me confieso
El dueño de mis horas.
El de las cuchilladas ciegas y rabiosas
Y el de las ternuras lúcidas y mansas.
Y de ser de cualquier modo
Andanzas
Del mismo modo.
Me confieso de ser charco
Y luna de charco, mezclado.
De ser la cuerda del arco
Que lanza flechas arriba
Y debajo de mi altura.
Me confieso de ser todo
Que pueda nacer en mí.
De tener raíces en el suelo
De ésta mi condición.
Me confieso de Abel y de Caín.
Me confieso de ser hombre,
De ser un ángel caído
De tal cielo que Dios gobierna;
De ser un monstruo salido
Del hoyo más hondo de la caverna.
Me confieso de ser yo,
Yo, tal cual como vine,
Para decir que soy yo
¡Aquí, ante mí!
Libro de Horas
Miguel Torga