miércoles, 21 de junio de 2017

Y a mi...


[Peter Coulson]


No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Espantapájaros
de
Oliverio Girondo



martes, 20 de junio de 2017

En el concierto - I



                 Hacía calor y la noche empezaba a caer, cosa que todos los asistentes al festival agradecieron después de todo el día bailando bajo el sol. De vez en cuando desde el escenario algún tipo pasaba unos minutos echando agua de un lado a otro con una manguera. Todo el público levantaba los brazos en señal de agradecimiento y pedían más agua que les refrescara de aquel calor del mes de julio.

             Uno de los grupos terminó su actuación y los siguientes se preparaban respirando hondo, repasando letras, hablando entre ellos y tomando alguna que otra cerveza bien fría para combatir ellos también el bochorno del comienzo del verano.


               Mientras, a pie de escenario varios grupos de personas descansaban sentados en el suelo, bebían también cualquier cosa que estuviera fría, charlaban animadamente y se reían de todo esperando que el próximo grupo saliera a actuar.

            Ana se encontraba muy cerca del escenario y cuando miró el plan de actuaciones para esa tarde comprobó que no conocía al siguiente grupo que iba a tocar a continuación. Pensó que descubrir grupos nuevos en directo siempre era mejor que hacerlo por la radio. Pasaron unos minutos hasta que el presentador salió de nuevo, micrófono en mano para anunciar que volvieran a tomar todos posiciones porque el siguiente grupo venía fuerte y según decía los haría saltar y cantar como ninguno otro lo había hecho; le entró la curiosidad, no se sabía las canciones pero siempre podía saltar y bailar que al fin y al cabo de eso se trataba, de pasarlo bien.

       Alguna de sus amigas dijo que era un grupo muy bueno y que el batería la traía loca por lo guapo que era. Pero no fue el batería quien llamó la atención de Ana si no la voz del grupo.

                El vocalista que sonreía según salía al escenario seguido del resto de componentes que saludando al público tomaron posición para empezar a tocar, ajustó el micrófono en medio del escenario sin dejar de mirar a todos como si estuviera analizando la situación sobre la cantidad de gente que se había congregado para escucharles tocar.

               Observaba con atención sus movimientos, el pelo rizado le caía sobre los hombros y le llegaba casi a la cintura, negro como el azabache y con un brillo precioso. Vestía de negro como casi todos los grupos que habían tocado aquel día y estaba suficientemente cerca como para ver que la forma de sus labios era increíblemente bonita.

                      Antes de empezar la música le vio sonreír y ponerse serio de repente, mirando muy fijo a un punto lejano y abriendo los brazos hasta el punto de quedarse haciendo la forma de la cruz. Era la señal para que el resto del grupo supiera que estaba preparado y podían empezar a tocar pero a ella, le pareció un gesto muy original para un comienzo de actuación.

                   El batería dio unos compases y el guitarrista le siguió al momento arrancando gritos y aplausos de todos los que estaban allí, muchos de ellos porque reconocieron la canción y la seguían el ritmo esperando para cantar al mismo tiempo que Aamon, como se hacía llamar vocalista, había empezado a moverse por el escenario y movía la cabeza al compás de la batería, levantando los brazos y llegando de nuevo a la altura del micrófono.

              Su voz explotó en los enormes altavoces a la vez la de los cientos de asistentes, una voz gutural y ronca que mantuvo durante más de 15 segundos en un comienzo de canción espectacular, y Ana observó como toda su piel se erizaba, no se esperaba algo así.

              Ella bailaba y se movía siguiendo la música y acompañando a sus amigas que cantaban letra a letra esa canción, gritando piropos al cantante y tirando besos al batería.Pero solo tenía ojos para él, no podía apartar su vista de su larga melena y miraba sus labios moverse de forma muy expresiva al cantar.

            De vez en cuando, él  se acercaba al borde del escenario y miraba fijamente a un punto concreto del público incitándoles a cantar y a gritar a su mismo ritmo.

          Vio a un grupo de chicas dando saltos y cantando con el la canción y se acercó hasta ese punto. Casi todas le seguían al pie de la letra, alguna se iba de una palabra a otra pero conocían la canción con lo cual le escuchaban a menudo que era lo que le encantaba a él.

            Pero... Una de ellas no articulaba palabra, solo se movía con la música sin cantar y parecía no conocer del todo la canción. No fue aquello lo que llamó la atención del cantante, sino el azul de los ojos de Ana que le miraban como quien descubre un regalo en Navidad y sabe que no podrá abrirlo hasta pasados unos días.
Sonreía y se sonrojaba al ver que el estaba tan cerca pero no podía tocarle...

          Y ahora quien sonreía era él, y lo hacía directamente hacia ella, no hacia el grupo de chicas.

          Se dio cuenta y no solo ella, todo aquel que estaba cerca pudo notarlo, esa sonrisa llevaba un mensaje oculto pero no conseguían descifrarlo. Sin embargo, ella lo leyó completo, supo que había visto algo distinto en sus ojos, en su forma de moverse sin conocer la canción, en lo extraño que le resultaba saber que no había escuchado ni una sola de las canciones de su grupo.

             Quizá era eso lo que llamara su atención, que ella no le daba importancia ni intentaba disimularlo ante sus amigas que si sabían de la existencia de su música.

              Continuó cantando y moviendo su cabeza agitando el pelo a lo largo de todo el escenario y de vez en cuando se paraba delante de ella para hacer algún gesto con su sonrisa, algún guiño de ojo que se escapó para su sorpresa y cuando llegó el momento de una de las canciones más lentas y calmadas incluso se sentó al borde del escenario a la altura de aquel grupo de chicas entre los que estaba Ana mirando como embobada la forma en que sus labios se movían y de su garganta salía una voz tan especial como suave y melodiosa.

                La miraba directamente a ella y supo que en algún momento quería conocerla, quería ver más cerca aún esos ojos azules que no dejaban de admirarle desde ahí abajo y saber más de esa chica que parecía no encajar en todo ese ambiente de rock y música metalera.

                La actuación llegó a su fin y como siempre, agradeció a todo el público su asistencia y prometió volver con más fuerza y más canciones nuevas.

Agotada, sudorosa por tantos saltos que pegó bailando Ana decidió que tenía que conseguir mucho mas de ese grupo, quería tenerlo todo y disfrutar de su música siempre que quisiera.

          Hizo fotos mientras tocaban pero en quien centró el objetivo de la cámara fue mayormente en Aamon. Le encantaba como movía la melena de un lado a otro, como sonreía al mirar directamente al público que enloquecía con algunos compases y saltaban al ritmo de la música.
Acabaron el cierto y poco a poco todos los componentes del grupo fueron saliendo del escenario saludando con la mano a la vez que bajaba las escaleras que daban a bastidores.

          Aamon bajo por las escaleras también no sin antes echar la vista atrás y volver a mirar directamente a Ana a los ojos, sorprendiéndola con un guiño y una sonrisa pícara que quiso decir que ahí no acababa aquel encuentro....

© MaRía


Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Aún

[Dark windows by Elle Cannelle]


Si solo pudieras ver
El dolor que me estás causando
Lo siento en mi sangre
Me está quemando


Un hemisferio en una cabellera



[Elena Martyniuk]



             Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire.


          ¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música.

      Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.

          En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.

              En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.

            En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la no-che de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco.

         Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.

lunes, 19 de junio de 2017

Te quiero sin motivos y también por mil razones"...

La voz en la niebla



Los Ángeles son nuestros:
 son nuestras alas rotas;
son las anclas dormidas 
sobre lechos de herrumbres,
en la raíz penosa de la tierra.
Es nuestra voz de niebla
 y de distancia:
-esa que no pudimos usar en el instante
de elegir el camino marinero.
Los ojos de los Ángeles 
no duermen:están en nuestras órbitas
 salobres buscando el necesario reverso de la luz.
 Y sus labios sumisamente eligen
las palabras que nombran la morada del sueño.
Sus manos son jazmines sellados de silencio, 
junto a una cruz de nieve, eterna y pura

Delfina Acosta

miércoles, 14 de junio de 2017

En la despedida


[it's  Snowing by Apelaths]

Hay una palabra que queda
 sin terminar de pronunciarse; 
no con la boca,
 si no con el alma,
esa en la que se nos va un suspiro ,
 un suspiro al filo de abismo, 
suspendido 
y que se hace ovillo en nuestro corazón 
© MaRía




(lo dejé en la casa de Gó y me gustó)

Folky


Donde hubo fuego, hubieron bailes, 
hubieron cantos y topo tipo de rituales. 


Hubieron cuentos y hubo historias 

sobre tragedias y comedias épicas, y glorias. 


Donde hubo un fogón habrá guitarra, 

donde hubo sol cantó la cigarra, 

y de las cenizas, una canción renacerá. 


Un poco folky, folk you, folk me, folky. 

Un poco folky, folk you, folk me.


[con Pity Alvarez]


martes, 13 de junio de 2017

Entre la llovizna


Hay historias que nacieron
para ser bailadas, 
 para no ser contadas.
historias que anidan
en los senderos del alma
Hay historias
que no se cambian por
nada.

© MaRía



lunes, 12 de junio de 2017

Pérfida humedad

            

                   Una vez en la bañadera, aquella noche de tempestad, desprenderme de los ojos la imagen obsesiva del espejo, en momentos en que ya el agua resbalaba por mis carnes, las penetraba como una reconfortante cura oclusiva que me inspiraba otro género de voluptuosidad, cosquilleante voluptuosidad que me compelía a compenetrarme con el elemento multiforme que me rodeaba, que me acariciaba, que me poseía en un abrazo resbaladizo listo siempre a reproducir, de una manera lujuriosa y yo diría que pérfida, el contorno de mi cuerpo súbitamente laxo y placentero, apto ahora para sólo pensar en él.





La tejedora de coronas
Germán Espinosa 
 - fragmento : pg 14-

Novela completa :  aquí


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