Cargamos en nuestra maleta todo aquello importante. Atesoramos aquello que es básico, imprescindible.
A veces tenemos que , descartar de nuestra maleta, aquello que pesa, esos lastres ( malos momentos) que nos impiden avanzar
Y conservar lo bueno, no por que sea grande a otros ojos, a otras miradas, si no lo bueno para nosotros, esas pequeñas cosas que son parte de nuestra vida, que sin ellas no estaríamos completos.
Viajar por el mar de la vida, no siempre es un paseo por aguas calmas, eso sería demasiado fácil. Viajar es adentrarse en tormentas casi perfectas, cómo sumergirse en una galerna y sin tener un cabo al que agarrarse acabamos en el fondo de ese mar.
Llevará un tiempo subir a la superficie, sentiremos en todo nuestro ser una apnea que nos seduce a permanecer ahí y sentir que la lucha ha terminado.
Entonces sientes una voz, esa que sin ser la nuestra, es parte de nosotros.
Esa voz que escuchas en silencio porque quién habla es el alma..
Entonces surge el milagro, esa mano invisible que nos salva.
Volvemos a navegar, algo nos ha cambiado, la visión del viaje, porque ahí en el más profundo abismo estaban las respuestas a tantas preguntas
Llegaremos a puertos nuevos, hermosos, descubriendo nuevos mundos, nómadas en mares paradisíacos, errantes en la convicción de que los vientos nos llevarán de nuevo al "hogar" ese lugar donde los relojes no existen.
Sólo el amor, el cariño y algo que no se puede definir con palabras.
Pués no hay sentimiento más profundo que aquel que la palabra no alcanza.
